Identidad es una palabra curiosa...
Viene del verbo griego ἰδεῖν /idéin/ que significa VER. La identidad es lo que los demás ven de nosotros. Lo que se ve puede ser fruto de una representación, de la imagen pública que se quiera mostrar o que se aparente mostrar. En cualquiera de los dos casos se da un componente de ilusión, de imagen especular.
Alfred Hitchcock, La ventana indiscreta. 1954
Pero, antes de eso, es lo que nosotros somos, nuestra forma de ser. También lo que nosotros sabemos de nosotros mismos y estamos dispuestos a mostrar. Es algo obvio, pero, pese a tal evidencia, la identidad puede ser caleidoscópica a veces... Por eso no siempre somos conscientes de lo que los demás perciben, pues muchas veces no coinciden nuestra percepción subjetiva con nuestra realidad objetiva.
Entre estos mimbres es lógico que la identidad se vuelva lábil, efímera, individual, más que personal.
No muy distante es la percepción o el proceso de construcción de la identidad entre los adolescentes.
Lo que llamamos identidad digital tiene mucho en común con esta realidad, pero con alguna diferencial sustancial. Los intereses, preocupaciones, pensamientos, realizaciones de un chaval a las 12, 16 o 18 años, pueden ser muy diferentes de su identidad madura. La identidad se corrobora así como un proceso dinámico que en los primeros momentos pudo ser efímera, lábil, individual. ¿Y luego?
René Magritte, El gusto de lo invisible. 1964
Entre estos mimbres es lógico que la identidad se vuelva lábil, efímera, individual, más que personal.
No muy distante es la percepción o el proceso de construcción de la identidad entre los adolescentes.
Lo que llamamos identidad digital tiene mucho en común con esta realidad, pero con alguna diferencial sustancial. Los intereses, preocupaciones, pensamientos, realizaciones de un chaval a las 12, 16 o 18 años, pueden ser muy diferentes de su identidad madura. La identidad se corrobora así como un proceso dinámico que en los primeros momentos pudo ser efímera, lábil, individual. ¿Y luego?
A diferencia de esto, la identidad digital sí deja una huella. La identidad también la deja, pero como poso en la propia conciencia que queda grabada en la personalidad futura y a veces desconocida por parte de la mayoría de los que nos rodean.
Ese poso que delata, que normalmente aparece descontextualizado, esa huella del pasado en momentos de experimentación, de ensayo y error, de descubrimiento,... dejan huella indeleble, documental e histórica en Internet. Siempre habrá alguien que no quiere comprender que esas huellas iniciales eran tanteos...
René Magritte, Ceci n'est pas une pipe. 1929
[La perfidia de las imágenes (1928-1929]
Y aquí en este pequeño laberinto debemos educar... intentando que encuentren el hilo de Ariadna.
Hola, Carlos!
ResponderEliminarTambién soy alumno del curso de "Educación conectada en tiempos de redes". Me ha gustado mucho tu reflexión sobre la identidad digital. En el mundo real, no somos tan conscientes de lo que "publicamos" y eso también nos proporciona una identidad. Creo que debemos ser capaces de transmitir a nuestros alumnos que lo que publican en internet forma parte de lo que sus compañeros "ven" de ellos.
Totalmente de acuerdo. Dejan huella, son indelebles y no ayudan a formar tu identidad. ¿Qué podemos hacer para convencer a quién la lee de dicha verdad? Pareciera sólo lo que aparece en la red -virtual e inasible- es real. Independientemente de si te conocen personalmente -real y tangible-.
ResponderEliminarEn la aldea digital... la identidad es públicamente universal.
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